Con el fin de sofocar el fuego, los bomberos han rociado con ácido bórico el reactor, mientras 50 técnicos luchan a la desesperada contra el peor accidente nuclear desde Chernóbil. Emulando a los pilotos kamikazes que sacrificaban su vida durante la Segunda Guerra Mundial, son auténticos héroes anónimos expuestos a unos niveles de radiación hasta 300 veces superiores a lo permitidos. Tanto si consiguen o no enfriar los reactores que amenazan con fundirse y estallar, ya se han hecho el harakiri para salvar a sus compatriotas japoneses, que viven sus horas más dramáticas desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Mientras tanto, 140.000 personas alrededor de la central permanecen encerradas en sus casas para evitar la radiación.